En el universo escénico de Barcelona, hay voces que no solo interpretan, sino que también escriben y dirigen sus propias verdades. Bernat Muñoz @bernatmuga | bernatmunoz.com es una de ellas. Actor, guionista y director, su carrera se ha tejido entre escenarios, cámaras y libretos, con una sensibilidad que mezcla humor, crítica social y emoción genuina.

Desde obras como El diván —escrita, dirigida y protagonizada por él— hasta su participación en series como Nit i Dia o El inocente, Bernat ha demostrado que el arte puede ser tanto espejo como herramienta. En esta entrevista, nos habla de sus inicios, sus obsesiones creativas, su vínculo con Barcelona y los proyectos que lo mantienen en movimiento.
¿Cómo recuerdas tus primeros pasos en el mundo del teatro y la interpretación? Pues con mucha ilusión porque era lo que había querido hacer desde que tenía 15 años más o menos, aunque también con cierto «miedo», ya que era consciente de la dificultad de poder dedicarme a esta profesión.
¿Qué te llevó a escribir y dirigir tus propias obras? La casualidad. La primera vez que escribí y dirigí fue porque en el primer grupo al que di clase eran 10 chicas y un chico. Al no encontrar ninguna obra que se ajustara me lancé a escribirla yo y la verdad es que me gustó tanto que seguí.
El diván ha tenido una gran acogida. ¿Cómo nació la idea y qué querías explorar con ella? Quería mostrar los temores que tenemos como personas en la pareja, el ámbito laboral, en nuestras inseguridades… pero lo quise hacer desde la comedia. Y vaya si funcionó. Yo pensaba que estaríamos programados un mes y estuvimos 5 años.

¿Qué papel juega Barcelona en tu proceso creativo? Sinceramente poco. Creo que en las obras que escribo no me influye el lugar, porque intento contar cosas que puedan pasar en cualquier sitio, ya que, sobretodo últimamente, me gusta hablar de problemas sociales no específicos de una ciudad. Cosa que por otro lado también es cada vez más complicado con la globalización, ya que también se han globalizado los problemas.
Has trabajado en televisión, cine y teatro. ¿Qué te aporta cada medio y cuál te resulta más desafiante? En el teatro sin duda el directo, que te da esa vidilla extra. Pero el cine o la TV me gustan también porque te obligan a entrar muy rápido en una emoción, cosa que tampoco es fácil.

¿Cómo equilibras la comedia y la crítica social en tus obras? Es curioso pero creo que los temas de crítica social suelen «entrar» mejor en el espectador si los tratas desde la comedia, porque puedes dar el mensaje sin atacar y creo que hace que incluso el espectador que se vea reflejado en la crítica que haces lo acepte desde otro punto. Obviamente, hay temas que se pueden tratar desde la comedia, otros no sabría como hacerlo.
¿Qué referentes artísticos han marcado tu trayectoria? Desde pequeño siempre he visto muchísimo cine clásico y esos han sido mis referentes. Muy amplios sin duda, pero por citar alguno ya que antes hablábamos de comedia y crítica social podría decir Billy Wilder y su maestro Ernst Lubitsch.
¿Cómo ves el panorama actual del teatro independiente en Cataluña? Complicado, por ser optimista. Cada vez hay menos salas en las que podamos representar y desde luego hay un circuito A, copado siempre por los mismos nombres y a los que no hay acceso. Y lamentablemente, eso también se está extendiendo a salas más pequeñas donde si no eres amigo de los programadores no tienes cabida.


¿Qué proyectos tienes en marcha o en mente para el futuro? Pues ahora estoy muy centrado en la distribución de la última obra de mi Companyia: «MicroMacho», una comedia sobre micromachismos con dos actrices increíbles (Karen Gutiérrez y Anna García-Cuartero) que hacen ni más ni menos que 19 personajes.
¿Qué consejo le darías a alguien que quiere dedicarse a la interpretación o la escritura escénica? Que tenga paciencia, que no se desespere ni quiera ir muy deprisa. Esta profesión es una carrera de fondo, no los 100 metros. Pero sobre todo que disfrute de cada trabajo que haga.
Y Bernat Muñoz se despide como vive: entre escena y palabra, con mirada afilada y corazón encendido. Actor, director, guionista… pero sobre todo, constructor de mundos. Su voz no busca protagonismo, busca resonancia. Y mientras el telón cae, queda claro que lo suyo no es solo oficio: es fuego, es forma, es fondo. Barcelona tiene muchos artistas. Pero pocos como él, que saben que el arte empieza cuando se acaba el miedo.