Cuando el arte se mezcla con el misterio, la escena se transforma en magia.
Y si hay alguien que domina ese cruce entre lo visual, lo emocional y lo imposible, es Mag Stigman. Psicólogo de formación, showman por vocación y mago por naturaleza, este artista barcelonés ha creado un universo escénico donde la ilusión no se esconde, se celebra. Su estilo único —que fusiona danza, humor, pedagogía y participación— convierte cada espectáculo en una experiencia transformadora. No es solo entretenimiento: es una invitación a mirar el mundo con otros ojos.
¿Cómo nace Mag Stigman? ¿Recuerdas el momento en que decidiste dedicarte a la magia de forma profesional? El nacimiento de Mag Stigman se remonta a mi infancia. Desde muy pequeño, el mundo de las artes escénicas me fascinaba; me encantaba el teatro, el circo y la danza. Mis padres me apuntaron a una escuela de teatro musical, donde me formé en interpretación, canto, baile y hasta claqué. El momento clave llegó a los 14 años, cuando un mago vino a hacer una actuación en la escuela y me quedé completamente fascinado.
A partir de ahí, la magia se convirtió en mi gran pasión. Empecé a aprender por mi cuenta y pronto me surgieron las primeras actuaciones en fiestas privadas. Poco a poco, y de forma progresiva, el número de shows fue creciendo y se expandió a colegios, ayuntamientos, teatros y televisión. Desde entonces, estoy muy contento de poderme dedicar profesionalmente a lo que más me gusta, llevando mis espectáculos a todo tipo de públicos y lugares.

Tu estilo combina magia, danza, humor y participación del público. ¿Cómo defines tu propuesta artística? Mi propuesta artística se define, ante todo, por convertir cada show en una fiesta explosiva para toda la familia. La magia es el hilo conductor, pero el verdadero motor de la experiencia es la energía que se genera en el escenario. Para lograrlo, fusiono la magia con coreografías, efectos visuales y una participación constante del público. Mi objetivo es crear un espectáculo muy dinámico y entretenido, lleno de música y «buen rollo», en el que tanto adultos como los más pequeños se sientan parte de una misma celebración.
Has trabajado en espectáculos como El Circ dels Impossiblesy Fabulós. ¿Qué tienen en común y qué los hace únicos? Todos mis espectáculos comparten una esencia común: la búsqueda constante de la energía, el dinamismo y una atmósfera de fiesta para el público. En todos ellos, mi estilo particular de magia se fusiona con música, baile y malabares para crear una experiencia única.
La principal diferencia radica en la narrativa. Mientras que los demás shows siguen este estilo de «fiesta», en El Circ dels Impossibles profundizamos en una historia. Es un espectáculo más teatral en el que rendimos un homenaje a la figura legendaria de Harry Cameron, un gran ilusionista que se arruinó en 1930 cuando su carpa de circo se quemó. De esta manera, además de entretener, contamos una historia que nos conecta con la gran tradición del ilusionismo.
Además de artista, eres psicólogo. ¿Cómo influye tu formación en psicología en tus actuaciones y en la conexión con el público? La gran mayoría de la gente piensa que la magia es una cuestión de habilidad manual, que las manos son más rápidas que la vista. Pero, en realidad, nada más lejos de la realidad: el 80 o 90% de los efectos de ilusionismo se basan en la psicología.
Fue precisamente esta fascinación por cómo la magia altera la percepción, la atención o la memoria lo que me llevó a estudiar psicología. Entendí que lo que hacemos los magos es un arte que está profundamente relacionado con lo que ocurre en el cerebro del espectador. El hecho de conocer cómo funciona el cerebro humano me ayuda y me facilita mi trabajo y mi labor como ilusionista.
Eres defensor de la magia como herramienta educativa. ¿Qué impacto has visto en niños y jóvenes al introducirla en contextos pedagógicos? La gran mayoría de la gente no lo sabe, pero la magia es, en efecto, una fantástica herramienta pedagógica. No es algo nuevo; de hecho, algunos magos del siglo pasado ya la utilizaban de forma habitual. Hoy en día, hay numerosas investigaciones y artículos científicos que demuestran que, al unir la educación con la emoción de la sorpresa —la emoción que usamos los magos por excelencia—, el impacto educativo es mucho más fuerte.
En mi caso, utilizo la magia para dos propósitos principales. Por un lado, me sirve para explicar conceptos de psicología y enseñar cómo funciona el cerebro humano. Por otro lado, y es algo que me apasiona, la uso para revelar las matemáticas que hay detrás de muchos juegos de magia, como la geometría, la probabilidad y la estadística, o las ilusiones aritméticas. El impacto que he visto en niños y jóvenes es muy positivo; alumnos que inicialmente detestaban o se sentían apáticos ante las matemáticas han salido de mis shows completamente motivados, queriendo aprender más sobre estos conceptos de una forma divertida.

Barcelona es tu base, pero has actuado en muchos lugares. ¿Qué tiene esta ciudad que inspira tu trabajo? Barcelona es mi hogar, mi base, y mi fuente de inspiración constante. He vivido muchos años en la Vila de Gràcia, un barrio con una gran tradición artística. El contacto con artistas del teatro, la música y las artes plásticas me recordó que la magia, más allá de ser un simple entretenimiento, es un arte cuyo propósito es emocionar.
De hecho, vivo muy cerca de uno de los edificios clave de Gaudí y siempre he considerado que su obra es mágica de por sí.
¿Cuál ha sido el momento más inesperado o emotivo que has vivido en escena? Un momento muy emotivo que recuerdo sucedió en Tremp, un municipio al que he ido a actuar muchas veces y que me encanta. Estaba en el teatro municipal de La Lira, con 300 personas, y cuando solo quedaban 10 minutos para el final del espectáculo, se fue la luz por completo en todo el pueblo. Nos quedamos a oscuras, sin micrófono, sin iluminación, con el teatro lleno a rebosar.
La organización iba a desalojar la sala, pero la gente no quería irse. De repente, todo el público sacó sus teléfonos móviles, encendió la linterna y me pedía, sobre todo los niños, que por favor continuara.
Me puse a hacer magia a gritos, sin micrófono y con la luz de los móviles de la gente. Afortunadamente, al cabo de unos minutos la luz volvió y pudimos acabar el show.
Fue un momento de una conexión y una energía tan grande con el público que nunca lo olvidaré. Ver a la gente, especialmente a los niños, con tantas ganas de ver el final del espectáculo me emocionó y me di cuenta de lo increíble que es la conexión que se puede generar en un teatro.
En un mundo cada vez más digital, ¿cómo crees que la magia en vivo sigue tocando al espectador? En el mundo actual, vivimos en una sociedad donde tenemos acceso instantáneo a todo tipo de información. Con un solo clic, el ser humano puede saberlo casi todo. La magia, en cambio, es de las pocas cosas que quedan que aún nos sorprenden y cuyo funcionamiento no podemos entender de inmediato.

Por ese motivo, la magia en vivo tiene hoy más sentido que nunca. Nos ofrece una sensación de asombro y de misterioque la tecnología nos ha quitado. Es un sentimiento muy especial, como el de un padre que, ante un truco de magia imposible, solo puede responder a su hijo: «No tengo ni idea». Este tipo de conexión humana, que se genera en un teatro, es algo que las pantallas no pueden replicar. La magia en vivo nos recuerda que el ser humano aún necesita de la sorpresa y la emoción comunitaria para sentirse vivo.
¿Qué nuevos proyectos tienes en marcha y cómo podemos seguir tu trabajo más de cerca? Ahora mismo, estoy muy centrado en las funciones que estamos haciendo cada sábado en el Teatre Aquitània de Barcelona. Siempre he pensado que el mejor lugar para vivir la magia es en un teatro, y el Aquitània tiene unas dimensiones ideales para que el público pueda sentir la magia y vivir una experiencia íntima.
Además, en noviembre participaré en unas jornadas de Neuroeducación con la Cátedra de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona. Es un proyecto muy interesante, ya que hablaremos de la neurociencia que hay en los trucos de magia. Para seguir mi trabajo más de cerca, siempre pueden visitar mi web www.mdemagia.com o mis redes sociales, como mi perfil de Instagram @magstigman.
En un mundo donde la magia parece cada vez más digital y distante, Mag Stigman nos recuerda que el asombro auténtico sigue vivo. Su show no es solo entretenimiento: es una experiencia compartida, un puente entre generaciones, una chispa que enciende la imaginación de los más pequeños y despierta la emoción en los adultos. Llevar a tus hijos al espectáculo no es solo regalarles una tarde divertida… es sembrarles recuerdos que durarán toda la vida. Porque cuando un niño ve que lo imposible sucede ante sus ojos, algo cambia para siempre. Y tú, como padre, estarás ahí para verlo.